Cultura de masas
«Tal masa primaria es una reunión de individuos que han remplazado su ideal del «yo» por un mismo objeto, a consecuencia de lo cual se ha establecido entre ellos una general y reciproca identificación del «yo».
Sigmund Freud.
Para hablar de la cultura de masas, empezaré haciendo una breve comparación que, a todas luces, reflejaran con mucha claridad de lo que se trata este tipo de arte y cultura capitalista y carente de talento. Pues estas producciones hechas en masa, de manera repetitiva o en serie, o simplemente de objetos que no requieren de ningún tipo de habilidad especial, seria como consumir comida rápida. Esto quiere decir que, igualmente que aquellas cadenas industriales de franquicia que ofrecen a los consumidores comida rápida de baja calidad e incluso malas para la salud, pero que aun así se sigue consumiendo porque a la gente le gusta, incluso pudiendo llegar a ser adictivas, siguen proliferando por doquier contando con el beneplácito de los gobiernos y los consumidores (siendo estos últimos los principales «culpables» del apoyo a estas cadenas alimenticias pues con cada compra se financia e invierte en este negocio). Entonces, siguiendo estos modelos de producción, igualmente se crea arte y cultura en masa. Actualmente para este tipo de arte ya se ha conseguido encontrar una definición con dosis de verdad y exactitud. El término fue acuñado por el artista Antonio García Villarán y es: «Hamparte». Esto conduce a una producción de obras de mala o nula calidad que se ofrece a los espectadores como un producto de consumo instantáneo que sirve, como mucho, para inmortalizar el momento con un «selfie» y subirlo a las redes sociales para que tenga visualización y difusión. Y ya está, se acabo la «obra de arte». Alcanzado su objetivo se acaba dañando directamente a la cultura y a las artes, entendidas estas como proceso de trabajo artesano que requiere de esfuerzo y talento. Y esto se produce y se acepta donde quiera que se presente la ocasión de formar parte del mercado y del beneficio económico. En fin, el arte contemporáneo se ha prostituido forzosamente y ha perdido casi toda su dignidad. También hay que decir que el público también son culpables, en último término, por que si algo no se consume, ya sea yendo a los museos o galerías de arte, no se fabrica porque no es rentable. Pero claro, las «elites» que manejan los hilos del mundillo, nos han tomado por idiotas y nos quieren vender el oro y el moro. Por que está claro que los buenos comerciantes y los especuladores son capaces de vender cualquier cosa a cualquiera que tenga dinero y quiera pagar por algún objeto «exótico» y de «valor». Y los multimillonarios están dispuestos a pagar esas cantidades por diferentes razones; para adquirir valores posicionales, por ejemplo, en esas esferas en las que cualquiera de un círculo de amistades podría tener 1, 2 o 10 Ferraris, una mansión o un jet privado, pero solo uno de ellos podría tener un Van gogh o un Goya, y eso los diferencia, para luego hablar y presumir de ello intentando llenar su personalidad de un aura bohemia e intelectual porque de todo eso es precisamente de lo que carecen. O también sirve para mover grandes cantidades de dinero de un lugar a otro con una justificación fiscal, pudiendo servir, incluso, para lavar dinero. Porque eso es lo que conforma al «individuo de la masa».
«El precio del Hamparte no está sujeto al valor conceptual, más bien tiene que ver con el libre mercado y las prácticas capitalistas. Usa el arte para justificar el alto valor de una pieza cuando dicha justificación es, a mis ojos, carente de sentido». Antonio G. Villarán.
Sigamos hablando de la cultura predominante a día de hoy, que se produce en masa, sin talento y con un esfuerzo pobre sin preocuparse del cuidado de contenido, debido a las exigencias de una industria que esquilma los recursos humanos productores de cultura en la búsqueda de un beneficio económico en continuo crecimiento, sin lógica y sin freno. Lo que nos lleva a una rápida producción carente de calidad y sentido, que no atiende a los ritmos de un trabajo artesano, artístico en este caso, de investigación, preparación, ensayo, aprendizaje, trabajo y producción, para ser capaces de aportar progreso y riqueza intelectual. La definición de «Hamparte» lo describe así:
«Hampa» más «arte» define un conjunto [de personas] de baja condición espiritual y ética unidos en sociedad y que, según mi criterio, cometen todo tipo de delitos artísticos y usan una jerga que nos hace parecer a los demás ignorantes. […] Una obra de Hamparte carece empíricamente de valor económico y suele estar sustentada por un concienzudo texto explicativo sin el cual, con toda probabilidad, no estaría expuesta en un museo. […] Solo apunta a la reflexión sobre los objetos llamados «obras de arte» que se hacen valer sin que para su creación se requieran ni esfuerzo ni talento». Antonio G. Villarán.
He de decir que yo simpatizo con esta visión, porque creo que todo aquello que requiera de grandes y rebuscadas explicaciones que lo que buscan es convencer al espectador, a toda costa, a veces incluso de manera forzada, de que la obra que esta presenciando es buena y de calidad, pues creo que tiene, con bastante probabilidad, muchas carencias a nivel técnico, en la destreza con el material y, sobre todo, de talento y trabajo.
Además, para identificar estas falsas obras de arte, Villarán también ha desarrollado siete normas que nos ayudaran a diferenciarlas de lo que es una verdadera obra de arte de la que no lo es:
«1. Si uno o varios objetos fabricados en serie y que además están a la venta en el mercado común son presentados como obra de arte, es Hamparte.
2. Si la obra consiste simplemente en la elección de un objeto (l’objet trouvé, found art o ready-made) que es convertido mágicamente en obra de arte por el hecho de colocarlo en un espacio expositivo cualquiera, es Hamparte.
3. Si no es necesario tener talento para realizar una obra como la que se muestra, si está llena de lugares comunes e ideas manidas, es Hamparte.
4. Si el único valor que tiene la obra está sustentado fundamentalmente por un concienzudo texto teórico/filosófico/político que no encuentra su reflejo real en la obra, es Hamparte.
5. La fantástica y mágica atribución de valores inexistentes a objetos que son comercializados en el mercado del arte con precios exorbitantes es Hamparte.
6. Un artista nunca se gana el derecho de ser artista. Tiene que demostrarlo continuamente. Aunque haya hecho una gran obra de arte, esto no significa que todo lo que haga sea arte. Puede hacer Hamparte consciente o inconscientemente. Si lo hace inconscientemente será un hampartista puro. Si lo hace de manera consciente, para evidenciar y denunciar lo que está ocurriendo en el mercado y en el mundo del arte, o bien por el simple placer de hacerlo, es un hampartista realista. Pero todas las obras que se creen bajo estos términos serán Hamparte.
7. En definitiva, el arte de no tener talento es Hamparte». Antonio G. Villarán.
Creo que ya es hora de regularizar el compromiso, el talento, el trabajo y el sacrificio del proletariado artístico. Por el bien de todos aquellos que se preocupan por ofrecer al público obras de calidad, que se esfuerzan por mejorar la técnica, el estilo y que nos hacen avanzar en conocimientos y modos de hacer, en mejorar cada día un poco más con esfuerzo y sacrificio. No me cansaré de repetir estás palabras pues no encuentro otras mas acertadas para definir a un artista verdadero. Aquel que crea arte desinteresadamente para sí mismo y en beneficio de la cultura. Desde la humildad, la honradez y el esfuerzo constante.
Con la democratización también tenemos que incluir el deber de reestructurar los museos, definir lo que realmente es una obra de arte y distinguir a los verdaderos maestros del oficio que supieron dominar la disciplina y ofrecer obras de calidad que merecen ser conservadas como partes de la historia y nuestro patrimonio cultural. Estaríamos ahora hablamos de arte público. Esto implica el libre acceso a prácticamente cualquier obra, y la verdad es que hoy en día, con el fenómeno de internet y las redes sociales, está muy bien conseguido. Además, independientemente de la calidad o de que un comprador la adquiera, una obra tiene un potencial de alcance emocional en el público y esto normalmente lo consiguen los artistas más virtuosos, capaces y con talento. Y como todos sabemos, ni la emoción, ni la inspiración, ni si quiera una obra maestra bien ejecutada es garantía de beneficio económico, pues ese no es el objetivo de las artes, valga la redundancia.
La principal problemática valorativa del arte es que recae en dominio público. Y se encuentra, abrumadoramente, en el terreno de la subjetividad y la crítica común. Prácticamente cualquiera puede opinar y valorar subjetivamente una obra de arte determinada. Los más avezados en la materia también podrían hacerlo objetivamente. Lo cual me parece muy bien, es la consecuencia misma del arte, de la creación y su puesta en público, para emocionar, conmover o crear debate en común. Pero a decir verdad, nadie se atrevería, por ejemplo, a criticar o corregir el trabajo de un físico o una astrónoma, el de un médico o una psicoanalista, de un ingeniero aeroespacial o una científica, porque son campos de trabajo en los que se requiere un conocimiento específico y especializado. Y ponemos toda nuestra fe sobre ellos, aun no siendo famosos o reconocidos, porque para nosotros, de llegar a las mismas conclusiones, nos costaría muchísimo tiempo y esfuerzo. Por ende, son considerados maestros a los que tenemos que escuchar y a los que dirigir nuestras preguntas. En muchos casos podemos manejar conocimientos aventajados pero, de no ejercer profesionalmente el oficio, nunca seremos considerados a título en el gremio.
Con las artes pasa exactamente lo mismo, pero claro nadie parece capaz de verlo y mucho menos de aceptarlo. Lo que a veces nos lleva a un circulo vicioso en el que prima la opinión pública sobre el hacer del mismo artista, la intención y las emociones con las que la obra fue creada. Habló aquí de los verdaderos artistas no de los farsantes que persiguen otros fines egocéntricos e interesados. También, a veces, el liderazgo de opinión recae sobre críticos «expertos», galeristas o historiadores. Lo que no es más fiable, pues muchos son los que han caído en la trampa de la industria capitalista de consumo y han convertido sus galerías en tiendas de decoración con productos muy caros y que han etiquetado de arte.
Debemos ponernos manos a la obra y promover la creación y el apoyo de un arte constructivo, de calidad y genuino en el significado pleno de la palabra. Puede ser visto como un reto por el que debemos luchar para conseguir algo mejor de lo que ya tenemos. Por que esta claro que predomina una problemática cultural que nos impide progresar intelectualmente hacia un futuro más humano, pacifico y prolífico para la especie.
Actualmente no es posible seguir avanzando por los senderos de una evolución ética si no planteamos otro modo de hacer las cosas y de crear futuro al margen de la industria, el comercio y su reflejo digital.
El arte es cultura y la cultura es sociedad. Si desgranamos esta idea podemos entenderlo como una cadena que conforma un conjunto creativo, empezando por el hecho de la creación del arte y el artista, el asunto que aquí se trata, como participante activo y creador de cultura. Cuando conseguimos que esto suceda y se comparta, con la obra de arte indudablemente comienza la cultura a comunicar y transmitirse, a participar de la palabra y en el debate. Y si tiene fuerza y calado suficiente, pasará a ser parte de la personalidad del individuo. Ya sea marcando un punto de inflexión en su percepción del entorno, como una idea que abre nuevos caminos en el pensamiento o como una simple anécdota. De ese modo se mueven los engranajes en el eje de la sociedad hasta que esta misma se ejerce, se confecciona y se reviste de tradiciones, costumbres y de toda clase de creencias y rituales. Es lo que construye la personalidad del individuo, lo que marca el destino de nuestras vidas a través de la percepción y comprensión del mundo. Lo que se transmite de una generación a otra y sigue fluyendo por los ríos de la vida, transformándose y buscando nuevas formas de expresión.
La cultura es una de las virtudes del ser humano como especie. Es lo que nos ha permitido construir y reconstruir la historia. Lo que ha dotado a la evolución de la humanidad la ventaja de una comunicación extraordinaria y transmitir con ello un conocimiento vital para el desarrollo.
Y por más que todo esto suene a un ideal, no es si no la manifestación misma de un saber conectado a lo artístico que huye de los métodos que secuestran la experiencia, para dejar espacio a la posibilidad de que las cosas ocurran de un modo nuevo y de forma diversa. Enfocándolo desde la creatividad y ese afán de superación que nos hace capaces de las más grandes hazañas.
La cultura y el arte deben ser entendidas como un campo de estudio e investigación para el desarrollo de la inteligencia colectiva. Una fuente pura de transmisión de valores y principios éticos que causen un impacto en las generaciones presentes y que se transmitan a las generaciones venideras. Buscando el modo de generar un progreso constante que nos haga avanzar y mejorar como si de un proceso artesano se tratase, trabajando desde la calidad y un sentido crítico. Siempre de la mano de la ciencia, la tecnología, la filosofía y la historia. De esa manera deberíamos ser capaces de enmarcarnos en la sociedad actual de nuestro tiempo.
Las artes deben ser comprendidas y trabajadas como se puede hacer con la física, la astronomía o la medicina. Siempre abierta a promesas y nuevos descubrimientos que nos aporten conocimiento, bienestar o retos seguidos de experiencias únicas. Igualmente, en el arte también deben seguirse leyes como en la ciencia y las matemáticas; que son imprescindibles. Como también son dados los recursos, la experimentación y el azar en la medicina. Estas leyes, que podrían ser interpretadas como códigos, son necesarias ya que han sido resultado de siglos de investigaciones, errores, aprendizajes y desarrollos de anteriores generaciones y que nos han permitido llegar a día de hoy con una técnica avanzada. Eso nos permite situarnos a la altura presente de un conocimiento práctico y eficaz, y si estamos preparados, en el punto de partida del progreso hacia la innovación.
Porque para estar a la vanguardia del arte solo basta con estar a la vanguardia del idealismo y las ideologías de la sociedad moderna. Las que generan lucha y resistencia por las razones del corazón, con unas convicciones morales y éticas para representar un movimiento cultural hacia la próxima época. Porque el cambio empieza en la educación, lo que es lo mismo, en la cultura.
Y creo que es totalmente necesario aclarar el verdadero significado y valor de la cultura como algo que va mucho más allá del entretenimiento, del tiempo de ocio, o de una explotación económica. La cultura genuina es el alma de una sociedad.
Extracción de un proyecto en curso
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